El libro del sepulturero by Oliver Pötzsch

El libro del sepulturero by Oliver Pötzsch

autor:Oliver Pötzsch [Pötzsch, Oliver]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2021-05-31T00:00:00+00:00


* * *

—¿De verdad crees que es Valentine? —preguntó la mujer sentada frente a Julia secándose las últimas lágrimas de los ojos—. Puede que estés equivocada, porque el apellido Mayr… —Dejó la frase en el aire como si esperase que Julia le diera la razón. Pero Julia no abrió la boca. Removía su café y miraba el líquido negruzco como si pudiera leer el futuro en él, como hacen las ancianas sabias con los posos del café.

—No es que lo crea. Lo sé —afirmó finalmente—. Era su colgante. Además, es como si se la hubiera tragado la tierra. Lo presiento, ¡Valentine está muerta! Ese loco la ha matado.

Estaba con Josefine en el Sluka, una pastelería que habían abierto hacía poco en la Rathausplatz. Era sábado y Julia trabajaba, pero había salido en la pausa del mediodía para tomar un café con su amiga. Habían conseguido la última mesa que quedaba disponible, justo al lado de los lavabos, aunque el establecimiento era demasiado elegante para sus posibilidades.

Hacía algunos meses que las dos amigas no se veían, y Josefine, que llevaba un tiempo trabajando en los grandes almacenes Herzmansky de la Mariahilfer Hauptstrasse, se alegró de que Julia la citara. Sin embargo, la noticia de la muerte de Valentine la había conmocionado. Hubo un tiempo en que las tres habían sido inseparables. Fue poco después de que Julia llegara a Viena. Valentine y ella trabajaban de criadas y habían conocido a Josefine en un salón de baile al que Julia iba a cantar de vez en cuando en su día libre. Para divertirse, jugaban a imaginarse un porvenir de color de rosa: Julia, como famosa cantante en la Ópera de Viena; Josefine, de directora de corte y confección, y Valentine, casada con un industrial millonario y senil que no tardaría en tener un infarto de miocardio y que le dejaría toda su fortuna. Después de que Julia entrara a trabajar como telefonista en la Jefatura de Policía y Josefine consiguiera un trabajo bien remunerado en los almacenes Herzmansky, sus encuentros empezaron a ser más esporádicos y, en algún momento, Valentine ya no se dejó ver más. Julia sospechaba que el industrial millonario nunca llegó y que el poco dinero extra que su amiga se sacaba provenía de clientes viciosos ocasionales. Valentine se había sentido avergonzada.

Y ahora estaba muerta.

—¿Le has contado a la policía que conoces a Valentine? —preguntó Josefine—. Podrías ser una testigo importante.

Julia arrugó la nariz y dijo:

—No la he visto en los últimos meses, pero sí, la policía lo sabe. —Titubeó—. Bueno, al menos uno de ellos. —Todavía no le había hablado de su nuevo conocido—. También quería verte por si sabías algo de ella —continuó—, si se veía con alguien.

Julia se habría fumado gustosa un cigarrillo, hacía dos noches que apenas dormía. Afortunadamente, Margarethe y el resto de las compañeras pensaban que su aspecto pálido y desorientado se debía a una gripe mal curada.

—¿Con su asesino, quieres decir? —inquirió Josefine asintiendo pensativa con la cabeza—. ¿Crees que el asesino



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